¿”Cuánto tienes cuanto
vales”?. 31
julio. Dom 18 T.O. Lc.12,13-21.
Hace
años un político preguntaba a los que querían inducirlo a tomarse el mando del
Estado: ¿El poder, para qué? Si el interrogante es legítimo en este caso,
también lo es y con mucha más razón, sobre el dinero por estar en manos de
todos, aunque no en igual cantidad.
¿El
dinero, las riquezas, para qué? El “cosechero” del evangelio sin preguntárselo,
resolvió: Disfrutarlo él solo, sin tener en cuenta a nadie más. Y fue su
perdición, por menos ante Dios, que ya es grave. Es otra de las idolatrías que
nos acechan a los humanos. Poner el tesoro de la vida en tener más y más cosas,
olvidándonos de ser justos, honrados, misericordiosos.
No
se puede negar que el viento hoy nos empuja en esa dirección. Los medios nos
empujan a producir para poder comprar y consumir como única meta de felicidad. Agustín de Hipona, un hombre que conoció la
vaciedad de la vida, hastiado de acumular ciencia y bienes materiales, llegó a
la conclusión de que el corazón del ser humano sólo puede saciarse con el bien
infinito que es Dios. Y como Dios es
amor el respeto y servicio a los demás,
sobre todo de los más pobres del cuerpo y del espíritu, es lo que nos acerca a Dios y a la felicidad
como seres humanos.
“La riqueza está adueñándose
de bienes que han sido dados a todos y utilizándolos tan sólo para mi o para
los míos. Es tener el pan a base de la trampa al otro, o hasta de la propia
vida. Esa riqueza es el pan con sabor a dolor, amargura, a sufrimiento. En una
familia o en una sociedad corrupta es el pan maldito que se da de comer a los propios
hijos”.(Papa Francisco).
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