domingo, 19 de marzo de 2017

Adam Smith ("perro triste")

"No obtenemos los alimentos de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero, sino de su preocupación por su propio interés. No nos dirigimos a sus sentimientos humanitarios, sino a su egoísmo, y nunca hablamos de nuestras necesidades, sino de sus propias ventajas” (Adam Smith. Causa de la riqueza de las naciones. 1776)   Elogio del mercado libre.
"NO SÉ QUÉ BIBLIA LEEN LOS QUE DICEN QUE LA ESPIRITUALIDAD NO TENGA NADA QUE VER CON LA POLÍTICA" (Desmond Tutu)

La POLÍTICA sin la ESPIRITUALIDAD está coja. Pero la ESPIRITUALIDAD sin la POLÍTICA está ciega (A. Einstein).

sábado, 18 de marzo de 2017

JESUCRISTO, AGUA VIVA PARA LA VIDA ETERNA.

VIDA ABUNDANTE, YA AHORA.  19  marzo. Dom. 3º. Cuaresma. A.  Jn 4, 5-42.                               
“La alternativa de vivir eternamente como un soplo de aire en el cielo, romántica promesa del catolicismo, me pareció tan aterradora como la de morir para siempre”.  Esto escribió hace unos días  Margarita de Francisco, presentadora y actriz. No sé de dónde sacó ese dato (“eternamente como un soplo de aire en el cielo”) la otrora bella Gaviota,  ni quién se lo dijo. Probablemente quiso presentar de un modo gracioso la fe de los cristianos.
Ninguno de los creyentes, (¡Nadie ha ido con tiquete de regreso!) ni tampoco Dios, ha dicho cómo será la vida después de la muerte. Pablo, el apóstol, dice que “ni ojo vio ni oído oyó lo que Dios tiene reservado para quienes creen en él”. Jesucristo apenas ofrece una comparación al decir que “en la casa de su Padre hay muchas habitaciones y que él va a prepararles  (a sus discípulos) un lugar”. Los estudiosos entienden  que con la expresión “casa del Padre”, no un caserón material sino un hogar, una relación viva de amor paternal y fraternal, del padre/madre y los hermanos.
Lo que es claro en el evangelio de hoy es que Jesús ofrece a sus seguidores “un agua de un surtidor que salta hasta la vida eterna”. Es también una comparación para señalar que aceptar su mensaje producirá un profundo cambio de vida que no  podrá ser destruido por la muerte o desaparición del cuerpo físico.
Eckhart Tolle, pensador de actualidad, habla de “la transformación de la conciencia”, mediante la cual “la presencia” del ser humano participa de la inmortalidad y en la muerte se despoja de las formas que son ilusión.
“Aparentemente, la muerte nos separa, pero el poder de Cristo y de su Espíritu nos unen ahora de manera más profunda con nuestros hermanos difuntos”. La muerte, “a la luz del misterio pascual de Cristo, es en realidad el ingreso en la plenitud de la vida”.(Papa Francisco).

jueves, 16 de marzo de 2017

80 AÑOS!!!!

. El mercurio es el elemento número 80, y mi sueño fue un recordatorio de que muy pronto los años que iba a cumplir también serían 80. Desde que era un niño, cuando conocí los números atómicos, para mí los elementos de la tabla periódica y los cumpleaños han estado entrelazados. A los 11 años podía decir: “soy sodio” (elemento 11), y cuando tuve 79 años, fui oro. Hace unos años, cuando le di a un amigo una botella de mercurio por su 80º cumpleaños (una botella especial que no podía tener fugas ni romperse) me miró de una forma peculiar, pero más adelante me envió una carta encantadora en la que bromeaba: “tomo un poquito todas las mañanas, por salud”.
¡80 años! Casi no me lo creo. Muchas veces tengo la sensación de que la vida está a punto de empezar, para en seguida darme cuenta de que casi ha terminado. Mi madre era la decimosexta de 18 niños; yo fui el más joven de sus cuatro hijos, y casi el más joven del vasto número de primos de su lado de su familia. Siempre fui el más joven de mi clase en el instituto. He mantenido esta sensación de ser siempre el más joven, aunque ahora mismo ya soy prácticamente la persona más vieja que conozco.
A los 41 años pensé que me moriría: tuve una mala caída y me rompí una pierna haciendo a solas montañismo. Me entablillé la pierna lo mejor que pude y empecé a descender la montaña torpemente, ayudándome solo de los brazos. En las largas horas que siguieron me asaltaron los recuerdos, tanto los buenos como los malos. La mayoría surgían de la gratitud: gratitud por lo que me habían dado otros, y también gratitud por haber sido capaz de devolver algo (el año anterior se había publicado Despertares).
A los 80 años, con un puñado de problemas médicos y quirúrgicos, aunque ninguno de ellos vaya a incapacitarme. Me siento contento de estar vivo: “¡Me alegro de no estar muerto!”. Es una frase que se me escapa cuando hace un día perfecto. (Esto lo cuento como contraste a una anécdota que me contó un amigo. Paseando por París con Samuel Beckett durante una perfecta mañana de primavera, le dijo: “¿Un día como este no hace que le alegre estar vivo?”. A lo que Beckett respondió: “Yo no diría tanto”). Me siento agradecido por haber experimentado muchas cosas –algunas maravillosas, otras horribles— y por haber sido capaz de escribir una docena de libros, por haber recibido innumerables cartas de amigos, colegas, y lectores, y por disfrutar de mantener lo que Nathaniel Hawthorne llamaba “relaciones con el mundo”.
Siento haber perdido (y seguir perdiendo) tanto tiempo; siento ser tan angustiosamente tímido a los 80 como lo era a los 20; siento no hablar más idiomas que mi lengua materna, y no haber viajado ni haber experimentado otras culturas más ampliamente.
Siento que debería estar intentado completar mi vida, signifique lo que signifique eso de “completar una vida”. Algunos de mis pacientes, con 90 o 100 años, entonan el nunc dimittis —“He tenido una vida plena, y ahora estoy listo para irme”—. Para algunos de ellos, esto significa irse al cielo, y siempre es el cielo y no el infierno, aunque tanto a Samuel Johnson como a Boswell les estremecía la idea de ir al infierno, y se enfurecían con Hume, que no creía en tales cosas. Yo no tengo ninguna fe en (ni deseo de) una existencia posmortem, más allá de la que tendré en los recuerdos de mis amigos, y en la esperanza de que algunos de mis libros sigan “hablando” con la gente después de mi muerte.
Las reacciones se han vuelto más lentas pero, con todo, uno se encuentra lleno de vida
El poeta W. H. Auden decía a menudo que pensaba vivir hasta los 80 y luego “marcharse con viento fresco” (vivió solo hasta los 67). Aunque han pasado 49 años desde su muerte yo sueño a menudo con él, de la misma manera que sueño con Luria, y con mis padres y con antiguos pacientes. Todos se fueron hace ya mucho tiempo, pero los quise y fueron importantes en mi vida.
A los 80 se cierne sobre uno el espectro de la demencia o del infarto. Un tercio de mis contemporáneos están muertos, y muchos más se ven atrapados en existencias trágicas y mínimas, con graves dolencias físicas o mentales. A los 80 las marcas de la decadencia son más que aparentes. Las reacciones se han vuelto más lentas, los nombres se te escapan con más frecuencia y hay que administrar las energías pero, con todo, uno se encuentra muchas veces pletórico y lleno de vida, y nada “viejo”. Tal vez, con suerte, llegue, más o menos intacto, a cumplir algunos años más, y se me conceda la libertad de amar y de trabajar, las dos cosas más importantes de la vida, como insistía Freud.
Cuando me llegue la hora, espero poder morir en plena acción, como Francis Crick. Cuando le dijeron, a los 85 años, que tenía un cáncer mortal, hizo una breve pausa, miró al techo, y pronunció: “Todo lo que tiene un principio tiene que tener un final”, y procedió a seguir pensando en lo que le tenía ocupado antes. Cuando murió, a los 88, seguía completamente entregado a su trabajo más creativo.
Mi padre, que vivió hasta los 94, dijo muchas veces que sus 80 años habían sido una de las décadas en las que más había disfrutado en su vida. Sentía, como estoy empezando a sentir yo ahora, no un encogimiento, sino una ampliación de la vida y de la perspectiva mental. Uno tiene una larga experiencia de la vida, y no solo de la propia, sino también de la de los demás. Hemos visto triunfos y tragedias, ascensos y declives, revoluciones y guerras, grandes logros y también profundas ambigüedades. Hemos visto el surgimiento de grandes teorías, para luego ver cómo los hechos obstinados las derribaban. Uno es más consciente de que todo es pasajero, y también, posiblemente, más consciente de la belleza. A los 80 años uno puede tener una mirada amplia, y una sensación vívida, vivida, de la historia que no era posible tener con menos edad. Yo soy capaz de imaginar, de sentir en los huesos, lo que supone un siglo, cosa que no podía hacer cuando tenía 40 años, o 60. No pienso en la vejez como en una época cada vez más penosa que tenemos que soportar de la mejor manera posible, sino en una época de ocio y libertad, liberados de las urgencias artificiosas de días pasados, libres para explorar lo que deseemos, y para unir los pensamientos y las emociones de toda una vida. Tengo ganas de tener 80 años.

Cuando me llegue la hora, espero poder morir en plena acción, como Francis Crick

ULTIMO DÍA DEL AÑO

EUCARISTIA DEL ÚLTIMO DIA DEL AÑO 2013.                                                                 Introducción: Hoy la liturgia encaja muy bien con la celebración de la "Noche Vieja" o noche última del año. Avizora a la vez el fin del tiempo futuro (1ª Lectura) y vuelve hacia atrás hacia el principio: A la Palabra (el Verbo) que creó todo y vino a vivir entre nosotros como Palabra viviente, Jesús, para iniciar un nuevo comienzo con nosotros.                                             Y eso es la vida: el fin de todo lo pasado, y un nuevo comienzo que hay que renovar constantemente. El año que acaba ha sido una mezcla de alegrías y de miserias, compartidas,  que se han hecho más ligeras cuando las hemos llevado precisamente juntos. Y ha sido también un tiempo por el que, después de todo, estamos agradecidos unos a otros y a Dios. Es también un tiempo de esperanza. El pasado se fue; miramos con ilusión hacia delante. Decimos adiós a lo pasado y, al mismo tiempo, con esperanza damos la bienvenida a lo que llega, pues el Señor está con nosotros: Reemprendamos el viaje y la aventura juntos como pueblo peregrino de Dios.
Oración Colecta     Padre amoroso: Tú nos diste a tu Hijo Jesucristo para que compartiera nuestra debilidad. Él nos ha dado su amistad que humaniza. Acepta nuestra acción de gracias por los momentos en que aceptamos tus dones y los compartimos los unos con los otros. Gracias por las veces que escuchamos las palabras de tu Hijo y las pusimos en práctica. Ayúdanos a caminar con esperanza y alegría y mutuo ánimo con él, compañero de camino que tú nos has dado, Jesucristo nuestro Señor.
Intenciones           En gratitud a nuestro Padre generoso por todas sus gracias y bendiciones recibidas durante este año que acaba, oremos:    -Por todos aquellos con quienes nos sentimos unidos en amistad y preocupación comunes, para que el Señor nos guarde a todos en su amor, roguemos: GRACIAS, SEÑOR!.            -Por todos a los que defraudamos en el pasado, por aquellos a quienes hemos herido o abandonado, y por los que nos han hecho sufrir y nos han irritado, roguemos al Señor.                         -Por los que durante este año han perdido a alguno de sus seres queridos, para que la fe en Cristo les dé fortaleza; por los que han fallecido este año, para que vivan para siempre en la paz de Cristo, roguemos al Señor.             -Y por todos nosotros aquí reunidos, para que seamos agradecidos por la vida, por todas las alegrías que hemos experimentado, y por el don de cada uno de nosotros como personas, roguemos al Señor.                                                  

Oración sobre las Ofrendas    Padre amoroso, es fácil para nosotros partir el pan de la eucaristía y compartirlo unos con otros. Al ofrecerte estos dones te pedimos fortaleza, ya que nos resulta difícil, a lo largo del año, seguir compartiendo unos con otros, tender nuestra mano para dar y recibir ayuda, y olvidarnos de nosotros mismos en beneficio de los demás. Que seamos los unos para los otros alimento y bebida, por medio de Jesucristo, nuestro Señor.       
            Oración después de la Comunión    Dios y Padre nuestro: En esta celebración hemos mirado atrás, al pasado, a lo que hemos hecho y a lo que ya se fue. Con Jesucristo en medio de nosotros miramos ahora hacia el futuro. Que ni el pasado, ni el presente, ni el futuro,
ni las alegrías ni las tristezas nos separen de él jamás. Que tu Hijo sea el centro de nuestras vidas y el lazo que nos una a ti y unos a otros, en fe, esperanza y amor eterno. Ven con nosotros al caminar, por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Bendición                                                                                                                            Hermanos: Podemos ir en la paz del Señor. Que él bendiga su ir y venir, su trabajo y sus afanes, sus alegrías y sus sufrimientos.   Como les ha bendecido en este año que ahora acaba, que les siga bendiciendo aún más en el nuevo año. Así, que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y les acompañe siempre.


lunes, 6 de marzo de 2017


 AL SALIR DE LA PUERTA HACIA MI LIBERTAD, SUPE QUE SI NO DEJABA ATRÁS TODA LA IRA, EL ODIO Y EL RESENTIMIENTO, SEGUIRÍA SIENDO UN PRISIONERO".
(NELSON MANDELA)