domingo, 23 de octubre de 2016

EL EVANGELIO DESDE LA VIDA

¿Nos creemos mejores que los demás? Octubre 23. Dom. 30 TO. Lc 18, 9-14.
Las encuestas sobre la pertenencia a una religión preguntan sobre la fidelidad a sus cultos y costumbres. Por las respuestas los analistas concluirán si uno es practicante. Pero sin que nos lo pregunten, nosotros mismos creemos que somos cristianos o católicos por la asistencia regular a las celebraciones religiosas. Ese era el perfil del fariseo de la parábola del evangelio de hoy: él estaba seguro de su valía y de su salvación: su aval era la conciencia de las prácticas mosaicas.
Por su parte, en la conversación con la mujer de Samaría, junto al pozo de Jacob, Jesús  declaró que Dios quiere una relación con Dios, “en espíritu y en verdad”.   El fariseo la ha trivializado reduciéndola a unas cuantas obligaciones. Y… se cree (¡nos creemos!) con derecho a despreciar a los demás que no las hacen. 
No es que las prácticas religiosas y la participación en los ritos sean inútiles. Son como los abrazos, los saludos, los besos… Si no hay amistad sincera, son mera hipocresía.  Hoy es una ocasión para examinar si nuestras señales exteriores de piedad corresponden a nuestra adoración y seguimiento de Jesucristo, “en espíritu y en verdad”.
“Si permanecéis en mi palabra seréis en verdad discípulos míos y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn 8, 31-32).
“Maestro, le dicen los fariseos, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias” (Mt 22, 15 ss.)

















sábado, 15 de octubre de 2016

LA ORACIÓN NOS CAMBIA EL CORAZÓN

¿Nos cambia la oración?. Octubre 16. Dom. 29 TO. Lc 18, 1-8.
Los cristianos sabemos de oración. Raro es el cristiano que cada día no rece a Dios o a los santos. ¿Para qué? Para pedirle cosas como salud, amor y dinero, que es lo que, pensamos, nos traería felicidad. Y con  este modo de orar pretendemos  sugerirle a Dios o hacerle caer en cuenta, por si no lo recuerda, lo que nos conviene y lo que nos hace falta. En otras palabras, queremos que El haga lo que nosotros queremos. No nos pasa por la mente preguntarnos por  lo que Dios quisiera para nosotros.
Sin embargo Dios no se disgusta ni se incomoda. Nos tiene paciencia. Y, a veces, parece que concede lo pedido; aunque más de uno piense que es más fruto de la  auto-sugestión, o del efecto placebo que, por otra parte, hay que reconocer, viene también de él como creador de la naturaleza general y, en particular, de la humana.
Jesucristo, en nombre de Dios, nos invita a perseverar en la oración para que poco a poco nos demos cuenta de que lo mejor que le podemos pedir no es la salud, el amor y el dinero. Las podemos conseguir por los medios naturales, venidos de Dios, inteligencia, voluntad, dinamismo corporal.  Con el tiempo, iremos dándonos cuenta de que lo mejor que podemos esperar de Dios es lo que el mismo Jesús puso en nuestra boca en la oración, que llamamos dominical: “Venga a nosotros tu reino”. Porque  “el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan” (Lc 11,13).

“La oración nos cambia el corazón. Nos hace comprender mejor cómo es nuestro Dios. Pero para esto es importante hablar con el Señor, no con palabras vacías. Jesús dice: ‘Como hacen los paganos’. No, no, hablar con la realidad: ‘Pero, mira, Señor, que tengo este problema, en la familia, con mi hijo, con este, con el otro… ¿Qué se puede hacer? ¡Pero mira que tú no me puedes dejar así!’. ¡Ésta es la oración! ¿Pero tanto tiempo lleva esta oración? Sí, lleva tiempo” (Papa Francisco).

sábado, 8 de octubre de 2016

LA VIDA DESDE EL EVANGELIO. 9 OCTUBRE/ 016

Los leprosos desagradecidos. 9 octubre. Dom. 28 TO- C. Lc 17, 11-19.
Nos gusta que nos agradezcan. Al niño que recibe algo de un familiar o de un visitante le acostumbramos a hacerlo preguntándole: ¿Qué se dice? Y esperamos su respuesta: ¡Gracias! A Jesucristo también le gustaba. Tanto que manifestó su disgusto cuando luego de curar a 10 leprosos, sólo uno volvió a darle gracias. Más aún, quiso que la acción de gracias fuera un signo de la presencia del Reino de Dios.
Los nueve ingratos curados sólo atendieron al cumplimiento de lo mandado en las prescripciones religiosas. Estar bien con la ley.
En otros relatos del evangelio aparecen personas a las que sólo les preocupaba cumplir lo prescrito: En la parábola del samaritano misericordioso,  el  sacerdote y el levita, obsesionados por los actos de culto, evitaron, como un estorbo, al herido al borde del camino; el de Samaría no era muy piadoso, pero estaba abierto a la vida, en ese momento, al caído que necesitaba ayuda. Igualmente, al hermano mayor, en otra parábola, sólo cuidadoso de su rutina diaria, no le importa la vuelta del hermano extraviado; por el contrario, se enfurece por la generosa y festiva acogida que el papá le ha dispensado.
Para Jesucristo el Reinado de Dios se hace presente en la misericordia del padre acogedor, en la atención del samaritano al malherido, en el agradecimiento al que  nos hace un favor. Pablo, el apóstol, recuerda: ”Permanezcan siempre en acción de gracias”.

Respecto a dar las gracias, “vivimos en una civilización que ve la mala educación como signo de emancipación”. Es al revés: “la gratitud, para el creyente, está en el corazón mismo de la fe: un cristiano que no sabe dar las gracias es uno que ha olvidado el lenguaje de Dios”. (Papa Francisco).
 

sábado, 1 de octubre de 2016

LA VIDA DESDE LA VIDA.

Sembrar un árbol en el mar… 2 de octubre. Dom. 27 TO. Lc 17, 5-10.
Las exigencias de Jesús a los suyos eran grandes: perdonar no sólo 7 sino setenta veces siete, preocuparse por el hermano para ayudarlo a corregir, no inducir al mal a los pequeños ni seguir los malos ejemplos y… resistir a las tentaciones. Sorprende que, ante eso, los discípulos pidieran a su maestro que les aumentara la fe. Y no fortaleza y sabiduría.
Sin embargo, ellos lo entendieron, si no en ese momento, sí, años después de la muerte de Jesús. La reflexión del evangelio responde a la convicción de los discípulos iluminados por el maestro resucitado: La fe animada por el amor hará posible lo que a primera vista parece imposible o muy difícil, como hacer que un árbol se asiente en medio del mar.
La capacidad de fidelidad en el seguimiento de las enseñanzas del Maestro nos vendrá de crecer cada día en la conciencia de ser servidores de Dios. María, la madre de Jesús, dirá: “Soy la esclava del Señor”. Benedicto XVI, el papa emérito, se presentaba como “humilde trabajador de la viña del Señor”.  Esa es la fuerza del discípulo de Cristo para construir una vida mejor, un país más amable para todos. Ojalá, hoy día de la votación del plebiscito, pidamos al Señor: “¡Auméntanos la fe, Señor Jesús!”.
“Jesús es el Siervo obediente a la voluntad del Padre, hasta la ofrenda  de su propia vida. De modo que, tal como él mismo lo declaró, quien quiere ser su discípulo debe aceptar ser siervo, como Él. Porque seguir a Jesús significa tomar la propia cruz para acompañarlo en su camino, un camino incómodo que no es el del éxito o de la gloria terrena, sino el que conduce a la verdadera libertad, la libertad del egoísmo y del pecado”(Papa Francisco).