Sembrar un árbol en el mar… 2 de
octubre. Dom. 27 TO. Lc 17, 5-10.
Las
exigencias de Jesús a los suyos eran grandes: perdonar no sólo 7 sino setenta
veces siete, preocuparse por el hermano para ayudarlo a corregir, no inducir al
mal a los pequeños ni seguir los malos ejemplos y… resistir a las tentaciones.
Sorprende que, ante eso, los discípulos pidieran a su maestro que les aumentara
la fe. Y no fortaleza y sabiduría.
Sin
embargo, ellos lo entendieron, si no en ese momento, sí, años después de la
muerte de Jesús. La reflexión del evangelio responde a la convicción de los
discípulos iluminados por el maestro resucitado: La fe animada por el amor hará
posible lo que a primera vista parece imposible o muy difícil, como hacer que
un árbol se asiente en medio del mar.
La
capacidad de fidelidad en el seguimiento de las enseñanzas del Maestro nos
vendrá de crecer cada día en la conciencia de ser servidores de Dios. María, la
madre de Jesús, dirá: “Soy la esclava del Señor”. Benedicto XVI, el papa
emérito, se presentaba como “humilde trabajador de la viña del Señor”. Esa es la fuerza del discípulo de Cristo para
construir una vida mejor, un país más amable para todos. Ojalá, hoy día de la
votación del plebiscito, pidamos al Señor: “¡Auméntanos
la fe, Señor Jesús!”.
“Jesús es el Siervo obediente a la voluntad del
Padre, hasta la ofrenda de su propia
vida. De modo que, tal como él mismo lo declaró, quien quiere ser su discípulo
debe aceptar ser siervo, como Él. Porque seguir a Jesús significa tomar la
propia cruz para acompañarlo en su camino, un camino incómodo que no es el del
éxito o de la gloria terrena, sino el que conduce a la verdadera libertad, la
libertad del egoísmo y del pecado”(Papa Francisco).
No hay comentarios:
Publicar un comentario