EN LA IGLESIA, LA MUJER Y EN LA CONGREGACIÓN, MA. CELESTE.
Hasta ahora, la Iglesia ha ignorado
a la mujer y la Congregación
redentorista a la
Madre Celeste.
LA MUJER fue tenida en
aprecio por Jesús. Más de
una vez salió en defensa de
ellas cuando ya, una u otra, eran maltratadas
por hombres llevados de sentimientos y actitudes
machistas. Incluso dice Lucas, el evangelista,
que algunas mujeres acompañaban a Jesús
en su apostolado junto a los doce apóstoles.
Más aún, María, la de Magdala, fue llamada a
ser apóstol de los apóstoles para anunciarles
que Él, Jesús, había resucitado y que los esperaba
en Galilea. De ella, el Papa Francisco acaba
de relievar la figura proponiendo a toda la
Iglesia celebrarla con categoría de Fiesta, como
a Bernabé y Pablo, “como la primera testigo y
evangelista de la resurrección del Señor”.
Igualmente san Pablo, en sus cartas nos presenta
a varias mujeres como colaboradoras en su
apostolado y añade que en las casas de algunas
de ellas se reunía la comunidad cristiana.
Por su parte, san Alfonso tuvo en gran concepto
a una mujer, bautizada como Julia, ingresada
en la vida religiosa como María Celeste. También
la respaldó ante algunos prelados y la sociedad
local cuando era criticada por las revelaciones
que ella aseguraba haber recibido de
Jesucristo. Como su confesor y director espiritual
la animó y la secundó en la fundación de la
Orden del Santísimo Redentor. Y la tomó como
inspiración y apoyo en la creación de su propia
Congregación, la de los Misioneros Redentoristas.
San Gerardo, hermano redentorista, fue confidente
y director de espíritu de la Hermana Celeste.
Y los primeros redentoristas, PP. Sarnelli,
Sportelli, Cáfaro y otros, hablaban de ella y de
las demás hermanas, como de “nuestro mismo
Instituto”.
Sin embargo, bien pronto con el correr de la
historia la mujer fue relegada en la Iglesia; y en
el Instituto Alfonsiano, también se ignoró a la
Madre Celeste Crostarrosa.
La relegación de la mujer en la Iglesia aconteció
debido a la herencia patriarcal de privilegio del
varón, de Israel y del Oriente.
Es posible que en
ello influyera la actitud negativa de san Agustín,
debido a su aversión por lo sexual, luego de su
conversión. Pero dejemos esta cuestión en manos
de los historiadores.
En cuanto a la Madre Celeste, influyó, además
de las mismas motivaciones que en la Iglesia
respecto de la mujer, el querer eliminar, aún en
san Alfonso, la idea de que ella había sido el
origen del Instituto. Varios de los compañeros
de Alfonso en la Congregación de las Misiones
Apostólicas, en la arquidiócesis de Nápoles,
que no querían perderlo, le decían que estaba
dejándose confundir por las visiones de una
monja ilusa.
Y entre los misioneros de la segunda generación
en adelante, se consideraría además poco
masculino reconocer que en la fundación de su
congregación tuvieran que ver los escritos y visiones
de una mujer y monja.
¿Qué ha perdido la Iglesia por su escasa atención
a la mujer? ¿Cómo sería hoy día la Iglesia
Católica si hubiera continuado en el aprecio y
en la consideración de parte de Jesucristo, de
Pablo y seguramente de los demás apóstoles,
por la persona y la misión de la mujer?
¿Qué ha perdido, por su parte, la Congregación
redentorista por el anonimato al que ha reducido
a la Madre María Celeste durante tanto
tiempo?
Sería de interés analizar los efectos de esta doble
realidad.
Nos alegramos porque el Papa Francisco ha
propuesto (18 de junio) en la Iglesia a la Madre
Celeste Crostarosa como digna de imitación y
veneración en la condición de Beata.