La paz de Cristo para todo
ser humano. 3 julio. Dom.
14 T.O.C Lc 10, 1- 20.
Si
vamos regularmente a la Eucaristía, el detalle de saludar o dar la mano a
quienes están cerca de nosotros en el templo ya ha entrado en nuestras
costumbres religiosas. Ya es algo. Es para congratularnos por el hecho de que
en este mundo post-moderno, tan dividido e individualista, en medio del
encuentro oficial con Dios los participantes nos deseemos el bien con gesto
amable.
Hace
ya mucho tiempo, más de dos mil años, que Jesús, el maestro judío les deseó la
paz a sus primeros discípulos y les encargó que la llevaran a todos los lugares
del mundo. Que al visitar un familia dijeran: ”Paz a esta casa”.
Un
buen propósito de quienes participamos en la celebración dominical sería sentirnos
portadores de paz, el don que hemos recibido del mismo Jesucristo a través de
su Iglesia. Que tratemos de hacer del hogar, de la vecindad, del centro
educativo, del lugar de trabajo, de la
oficina, espacios de paz. Todo porque allí un discípulo de Jesucristo, cada uno
de nosotros, reparte generosamente el don de la paz, en forma de diálogo, de
tolerancia, de respeto, de ayuda, de reconciliación…
La
religión entonces no será algo irrelevante, algo que reducimos a un templo o un
rincón escondido de la casa.
“Te pedimos, Francisco,
enséñanos a ser ‘instrumentos de la paz’, de la paz que tiene su fuente en
Dios, la paz que nos ha traído el Señor Jesús”. El Papa Francisco señaló además
que “el Santo de Asís da testimonio del respeto hacia todo lo que Dios ha
creado y como Él lo ha creado, sin experimentar con la creación para
destruirla; ayudarla a crecer, a ser más hermosa y más parecida a lo que Dios
ha creado”. “Y sobre todo san Francisco es testigo del respeto por todo, de que
el hombre está llamado a custodiar al hombre, de que el hombre está en el
centro de la creación, en el puesto en el que Dios – el Creador – lo ha
querido, sin ser instrumento de los ídolos que nos creamos”(Papa Francisco).
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