sábado, 23 de julio de 2016

OLVIDOS QUE AÚN HACEN DAÑO.


EN LA IGLESIA, LA MUJER Y EN LA CONGREGACIÓN, MA. CELESTE.
              Hasta ahora, la Iglesia ha ignorado a la mujer y la Congregación redentorista a la Madre Celeste. LA MUJER fue tenida en aprecio por Jesús. Más de una vez salió en defensa de ellas cuando ya, una u otra, eran maltratadas por hombres llevados de sentimientos y actitudes machistas. Incluso dice Lucas, el evangelista, que algunas mujeres acompañaban a Jesús en su apostolado junto a los doce apóstoles. Más aún, María, la de Magdala, fue llamada a ser apóstol de los apóstoles para anunciarles que Él, Jesús, había resucitado y que los esperaba en Galilea. De ella, el Papa Francisco acaba de relievar la figura proponiendo a toda la Iglesia celebrarla con categoría de Fiesta, como a Bernabé y Pablo, “como la primera testigo y evangelista de la resurrección del Señor”.
           Igualmente san Pablo, en sus cartas nos presenta a varias mujeres como colaboradoras en su apostolado y añade que en las casas de algunas de ellas se reunía la comunidad cristiana. Por su parte, san Alfonso tuvo en gran concepto a una mujer, bautizada como Julia, ingresada en la vida religiosa como María Celeste. También la respaldó ante algunos prelados y la sociedad local cuando era criticada por las revelaciones que ella aseguraba haber recibido de Jesucristo. Como su confesor y director espiritual la animó y la secundó en la fundación de la Orden del Santísimo Redentor. Y la tomó como inspiración y apoyo en la creación de su propia Congregación, la de los Misioneros Redentoristas.
           San Gerardo, hermano redentorista, fue confidente y director de espíritu de la Hermana Celeste. Y los primeros redentoristas, PP. Sarnelli, Sportelli, Cáfaro y otros, hablaban de ella y de las demás hermanas, como de “nuestro mismo Instituto”. Sin embargo, bien pronto con el correr de la historia la mujer fue relegada en la Iglesia; y en el Instituto Alfonsiano, también se ignoró a la Madre Celeste Crostarrosa. La relegación de la mujer en la Iglesia aconteció debido a la herencia patriarcal de privilegio del varón, de Israel y del Oriente.
          Es posible que en ello influyera la actitud negativa de san Agustín, debido a su aversión por lo sexual, luego de su conversión. Pero dejemos esta cuestión en manos de los historiadores. En cuanto a la Madre Celeste, influyó, además de las mismas motivaciones que en la Iglesia respecto de la mujer, el querer eliminar, aún en san Alfonso, la idea de que ella había sido el origen del Instituto. Varios de los compañeros de Alfonso en la Congregación de las Misiones Apostólicas, en la arquidiócesis de Nápoles, que no querían perderlo, le decían que estaba dejándose confundir por las visiones de una monja ilusa.
          Y entre los misioneros de la segunda generación en adelante, se consideraría además poco masculino reconocer que en la fundación de su congregación tuvieran que ver los escritos y visiones de una mujer y monja.
          ¿Qué ha perdido la Iglesia por su escasa atención a la mujer? ¿Cómo sería hoy día la Iglesia Católica si hubiera continuado en el aprecio y en la consideración de parte de Jesucristo, de Pablo y seguramente de los demás apóstoles, por la persona y la misión de la mujer? ¿Qué ha perdido, por su parte, la Congregación redentorista por el anonimato al que ha reducido a la Madre María Celeste durante tanto tiempo? Sería de interés analizar los efectos de esta doble realidad. Nos alegramos porque el Papa Francisco ha propuesto (18 de junio) en la Iglesia a la Madre Celeste Crostarosa como digna de imitación y veneración en la condición de Beata.

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