El Evangelio
y la vida. Dios nos confía el universo. 7 agosto.
Dom. 19 T.O.
Lc. 12, 32-48.
Es
práctica la comparación de Jesucristo sobre la vida de sus discípulos: Un dueño
de casa, al salir de viaje, encomienda a sus empleados la administración de la
hacienda, a cada uno su tarea, esperando que al volver encuentre a todos y a cada
uno en el desempeño de su trabajo.
Se
podría decir que Dios creador, de algún modo, se ausenta del mundo. No es amo ni padre intenso y sobreprotector que
quiera interferirnos la vida. Pero no descuida el mundo. Nos lo confía a
nuestra libertad responsable y a nuestro buen juicio. Tampoco nos descuida a
nosotros.
“¿Acaso
soy el guardián de mi hermano?” respondió Caín cuando Dios le preguntó por
Abel. La verdad es que sí, que cada uno de nosotros recibe de Dios la
encomienda del hermano. El quiere que nadie quede desamparado. Y así quiere
encontrarnos cuando vuelva de su larga ausencia. Nos lo recordará en la
entrevista final: “Tuve hambre…, tuve
sed…, estuve necesitado… y me cuidaste…. O no me cuidaste… Porque todo lo que
ustedes hicieron o no con el más pequeño de mis hermanos, a mí lo hicieron o no
lo hicieron”.
La
presencia de Dios, silenciosa, callada, sólo perceptible para quienes creen en
El y en su imagen: el ser humano en necesidad. Y en la inspiración a cada de
sus discípulos para que seamos instrumentos de su bondad. En casa, en el
vecindario, en este trozo de geografía que llamamos patria. Recordémoslo hoy
fiesta nacional.
“El ejercicio de la presencia de Dios constituye, pues, un
excelente medio para alimentar esa relación personal con el Señor en medio de
nuestras actividades y para buscar ese “conocimiento práctico” que nos ayuda a
iluminar nuestra existencia con la luz de la fe en Cristo de modo que
procuremos vivir siempre de acuerdo al Plan de Dios”. Papa Francisco.
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