La imagen de un Dios cuya
voluntad se impone por sobre todo ¿es buena y humana?(3).
“Todo viene de Dios, lo bueno y lo malo”. Pensarlo, más aún, expresarlo,
suena a piadoso reconocimiento de Dios. Sin embargo, tal idea no hace otra cosa
que reforzar una imagen de Dios que huele a imposición y arbitrariedad: “Dios
lo quiere o dispone así”: que ya no esté aquí, porque me habré muerto, estaré
postrado con una grave enfermedad, o bajo el peso de un suceso desastroso,
consecuencia de una imprudencia propia o de la actitud negativa de otro ser humano.
Una sombra amenazadora y caprichosa planea sobre nuestras vidas como un ave de
presa. Lo negativo e inhumano de todo esto es que nos hace sentirnos como
juguetes de un Dios autoritario, a quien no le importa nuestro bien sino que se
cumpla su voluntad.
A veces, el recurso a la Providencia tiene otras aplicaciones entre
tragicómicas y perversas. Por ejemplo, cuando se aplica a sucesos de los que
hemos salido ilesos por la “Providencia divina”; íbamos a tomar un avión o un
autobús que posteriormente sufrió un accidente. El atraso y las dificultades
para llegar puntuales a la cita con el avión o el bus, se transforman ahora en
“señales” de la providencia divina, que me salvó. Claro que no se dice nada
sobre la ausencia de esa “providencia divina” respecto a los doscientos o los
treinta y tantos muertos de dichos accidentes. En cuanto a ellos, ¿qué pasó con
la “providencia” del Señor?.
La apelación a la providencia presenta una forma peligrosa de injusta
arbitrariedad o de legitimación social de lo que sucede, cuando atribuimos a Dios lo bueno y lo malo. Que uno nazca entre sedas y
otros en el arroyo;lo que ha sido fruto de las vueltas de la vida, del trabajo,
del ahorro o de la explotación e in-equidad social, se transforma en “providencia”
benevolente para los bien situados y en castigo o “prueba” para los otros. (Continúa en la próxima
entrada)
No hay comentarios:
Publicar un comentario