PRIMERA PARTE. Del Dios
intervencionista al Dios intencionista.
Casi todos los creyentes tenemos de Dios la imagen como la de alguien que lo dirige todo. Todo lo que ocurre en el mundo lo
ha querido Dios. Lo mismo que sea un cáncer o la lotería. Suerte o desgracia.
“Dios lo ha querido”, suena a frase piadosa, pero, en realidad, es una
expresión imprecisa y peligrosa. Lleva consigo una imagen inaceptable de Dios.
A Dios se le achaca todo lo que sucede en el mundo. El responsable último de
todas las cosas buenas y de las atrocidades en el universo:”Dios quiso que nos
mataran 10 soldados”, ”Dios me permitió ganar el torneo”, “A Dios gracias, ganamos
el partido”…
En esta imagen está en juego una serie de aspectos muy importantes en la
vida de los creyentes. Y no es lo menos el honor de Dios. La llamada
providencia de Dios o cómo pienso que Dios se hace presente en este mundo es un tema
importantísimo. En este ámbito se muestra la idea que tenemos de Dios: una
imagen adulta, seria y presentable de Dios, o una concepción infantil y pésima
de Dios.
1.- El mal providencialismo. Consiste en atribuir a Dios todo lo que
sucede. Se cita de forma literal y sin la debida fidelidad al contexto:”Hasta
los cabellos de su cabeza están contados”. Lc 12, 7. La conclusión natural es
que nada sucede sin que Dios lo permita; todo lo que pasa en nuestra vida y el
mundo es “porque Dios lo quiere”.
Hay un sinfín de expresiones en nuestra vida diaria que transmiten esta
idea y representación de un Dios que lo gobierna y dirige todo. Acostumbramos a
decir “hasta mañana, si Dios quiere”.
Se expresa, sin duda, el reconocimiento
de nuestra dependencia y limitación, lo impredecible de la vida. Pero, en el
fondo, se desliza una imagen de Dios como poseedor y dueño de todas las vidas,
y, por consiguiente, como el que dispone, “en su gran sabiduría", de
ellas. “Los justos están en las manos de Dios”(Sab 3,1). Muchos lo entienden en
el sentido de que Dios libra a los suyos de todo lo desagradable, incómodo y
doloroso. Sin embargo, allí mismo se alude al sufrimiento e incluso a la muerte
de los fieles que confían en el Señor. (Continuará)
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