Un modo peligroso de entender la presencia de Dios en
el mundo.(5)
Según la idea más común de cómo Dios se hace presente en el mundo, se
afirma que Dios actúa en el mundo de una forma directa, es decir, con intervención en el mundo sin
intermediarios. Y de modo universal y total. Nada se escapa a su
control. Todo sucede en este mundo bajo el registro y actividad divinos.
Y esto lo aceptamos, ingenua e inocentemente, sin reflexionar en las
tremendas consecuencias.
No se repara en la suerte de fatalismo a
que conduce. Si todo sucede porque Dios quiere, todo está de algún modo
determinado y pre-ordenado por él, desembocamos sin remedio en el determinismo
divino.
Hay un “destino”, cada quien tiene un destino, se dice popularmente. No
sólo las fechas de la vida y de la muerte están ya fijadas con antelación, sino
que los sucesos de la vida aparecen como queridos,
es decir, programados por Dios. Hagas lo que hagas, no te escapas de esa
red cuyo hilo está en las manos de Dios. La voluntad o providencia de Dios ya
ha fijado lo que los hombres tienen que hacer, sufrir o hacer sufrir. Estamos
ante un mundo programado, dirigido y determinado por Dios.
No nos tiene que extrañar que, cuando muere el hijo de alguien, en un
accidente, se tenga la impresión de que Dios se lo quitó. Algunos lo dicen
expresamente y lo aceptan con resignada aceptación, al modo de Job. (“Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito
sea Dios”). Pero, en otros surge la rebelión – también a lo Job (Job 3,1-26) -
y una sensación de gran injusticia. (Continuará
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