“He
aquí al Hombre “ perfecto, entregado. Cristo Rey. A. 26 nov. Mt 25, 31- 46.
Dos
presentaciones de Jesús en los evangelios nos desconciertan: – Una, la que hace Pilato, de modo
profético, sin quererlo. Lo muestra destrozado, luego de la flagelación: “He aquí el hombre”. - La otra es la que
ofrece el agónico grito del mismo Jesús: ”¿Padre,
por qué me has abandonado?”. Ante Jesús en el trono regio de la cruz,
desgarrado y entregado por nosotros, la única oración que podemos hacer es la
de Etty Hillesum, muerta en un campo de concentración: ”No eres tú quien puede
ayudarnos, sino nosotros mismos somos quienes podemos ayudarte a ti y, al hacerlo,
ayudarnos a nosotros mismos. Esto es todo lo que podemos salvar en esta época,
y también lo único que cuenta: un poco de ti en nosotros, Dios mío. Quizá
podamos contribuir a sacarte a la luz en los corazones devastados de los otros”. Jesucristo, el Dios que se hizo
voluntariamente débil, sin poder, para
que el ser humano sea con el regalo
inmenso de la libertad dado por el mismo Creador, y para que lo pudiéramos
ayudar también en los más pequeños: ”Todo lo que ustedes hagan por el más
pequeño a mí lo están haciendo”. Ese es el Dios de Jesucristo, el Dios que nos da el regalo de la creación y el don de la
libertad, para que nos realicemos como seres humanos y, al mismo tiempo para que
lo ayude en nuestros prójimos. Cuando me
acerco al necesitado y me preocupo por él, como el samaritano de la parábola,
hago presente el Reinado de Dios. “El Reino de Dios
está entre nosotros, pero nosotros, con el descanso, con el trabajo, con el
discernimiento, debemos custodiar la esperanza de este Reino de Dios que crece,
hasta el momento en que vendrá el Señor y todo será transformado”.(Papa
Francisco).
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