La salud interior. Domingo de Pentecostés.
15 mayo. Jn 14, 15-16. 23-26
Una
preocupación de nuestros tiempos es la del medio ambiente. Alguien con humor
decía que no quería un medio sino un ambiente completo. ¿Quién no? Lo que sucede es que todos hablamos de la necesidad de
cuidar la naturaleza como nuestro hábitat, nuestra casa común; pero la realidad
es que casi todos nos quedamos en las palabras. El Papa Francisco es un buen
ejemplo de ser coherentes. El habla y con lo que hace se esfuerza de poner en
práctica lo que dice en sus homilías.
Pero
hay algo en lo que nos quedarnos cortos, y en extremo. Y ni siquiera caemos en
cuenta de su necesidad. Porque no basta con que hablemos de cuidar el ambiente
externo. Hace falta preocuparnos por nuestro entorno interior, nuestra salud mental:
nuestros sentimientos y pensamientos. Pues de ahí depende la expresión hacia
afuera, hacia nuestros pares, los humanos, y también los animales y todo lo que
es bien común.
Y
precisamente la celebración cristiana de hoy nos recuerda que Jesucristo nos da
su Espíritu para que habite en nosotros y nos procure la sanidad interior: lo
pensamos, lo que sentimos. San Pablo, un discípulo de Jesucristo, nos hace caer
en cuenta de que somos templo del Espíritu Santo. Ojalá cuidemos esa presencia
en nosotros. El resultado será que seamos cada días más humanos entre nosotros.
“
Fortalecidos por el Espíritu Santo – que
nos guía a la verdad, que nos renueva a nosotros y a toda la tierra, y que nos
da los frutos – confortados en el Espíritu y por estos múltiples dones,
llegamos a ser capaces de luchar, sin concesión alguna, contra el pecado, de
luchar, contra la corrupción que,
día tras día, se extiende cada vez más en el mundo, y de dedicarnos con
paciente perseverancia a las obras de la justicia y de la paz”(Papa Francisco)
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