Hay que situar correctamente a Dios: no a la altura de las cosas. Sino en el cimiento.
Dios es la base, el fundamento, el dinamismo de todo. No se debe rebajar a Dios mezclándole y confundiéndole con el mundo y su contenido como si fuera una cosa
más, aunque sea importante, un factor más de este mundo, una “causa segunda” o
secundaria.
Dios es la “causa primera”, es decir, la causa de las causas, la raíz
última de donde reciben energía todas las demás fuerzas de este mundo. En
conclusión: ”Dios obra el mundo, no
obra en el mundo”, dice Karl Rahner,
uno de los grandes teólogos católicos del siglo XX.
Es una mala imagen de Dios pensarlo como quien actúa y dirige todas las
cosas de este mundo. Siendo El la fuerza y el dinamismo de todo, más allá de
todo, más profundo que todo, más íntimo a todo. Por otra parte, Dios que nos
crea libres no es un Dios intervencionista (Continúa 19)
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