miércoles, 25 de julio de 2012

DIOS, ¿AUTOR DE NUESTRAS DESGRACIAS?(9)



 En Jn 9, 1-4, se presenta a un hombre ciego de nacimiento. Jesús dice que Dios no es el autor de su ceguera. A la pregunta de los discípulos acerca de quién había pecado, si él o sus padres, - en otras palabras, ¿quién era el culpable merecedor del castigo divino?- , responde Jesús claramente que “ni él ni sus padres”. Y continúa diciendo que “así se manifestarán en él las obras de Dios”.

Entender e interpretar esta parte final de la frase como si se quisiera decir que la ceguera fuera algo querido por Dios para que Jesús hiciera el milagro, sería un error. Sólo se puede entender que la desgracia de un prójimo es la ocasión, ciertamente no provocada por Dios,  para hacerle bien, para ser con él instrumento de la bondad de Dios.

De estos textos se deduce que Jesús expresa abiertamente que Dios no es el causante de ninguna calamidad a modo de castigos divinos. Dios no interviene en estos casos. El Dios que nos revela Jesús no es responsable de tales hechos, sean accidentes o malformaciones congénitas. El rostro de Dios no el de un ser huraño, castigador o resentido que cobra agravios e inflige penas a los humanos. Esta imagen de Dios es una deformación monstruosa del Dios de Jesús.(Continúa) 9

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