miércoles, 7 de diciembre de 2011

SI NO ES PERSONA, PUES DESHAGÁMONOS DE ESO!.


POR LA DESPERSONALIZACION AL ABORTO!.

Cuando Antony Gaudi, el conocido arquitecto catalán, iba a su misa diaria, el 7 de junio de 1926, un tranvía lo atropelló. A los pocos días falleció. El conductor del tranvía dijo después que, como creyó que se trataba de un vagabundo, continuó su marcha sin prestarle ayuda. Y ciertamente, según dicen, el artista era muy desaliñado pues sólo le importaba andar cómodo.

Lo que llama la atención es que el tranviario se desinteresó del atropellado por creerlo un mendigo. En Colombia, hace un tiempo, (todavía?) a los habitantes de la calle se los etiquetaba simplemente como “desechables”. En otras palabras, la consideración de alguien como no humano es el paso para despreciarlo, rebajarle su precio, quitarle valor. De ahí a eliminarlo por cualquier motivo, por desagrado o  incomodidad, hay sólo un breve trecho.

A este propósito, la historia recuerda las disputas de los españoles sobre si los nativos de Ultramar tenían alma o no, es decir, si eran racionales como para considerarlos humanos. Muchos maestros de teología decidieron que no eran seres humanos y, por tanto, eran simples cosas para usar y eliminar. Por la misma razón, los “blancos” de los Llanos colombianos mataban como “bichos” a los indios “Guahivos” que les robaban sus reses.

Un lector amigo  me echó de un tirón todo este rollo acerca de Gaudi, de los Indígenas y de los “callejeros” de Bogotá, para luego  decirme sin respiro que esto mismo es lo que ha sucedido con el Aborto.
Hace unos años, decía el hombre, casi todo el mundo coreaba a boca llena: La vida es sagrada. Pero de pronto, comenzaron a buscar excepciones. Lo que era un embrión humano, un feto,  ya no era algo humano sino simplemente un amasijo de tejidos. Sólo hasta nacer y vivir fuera de la madre, podría considerarse un ser humano. Por tanto,..

En esta época de “Yo me llamo”, cómo se llama usted? Le pregunté al que así me hablaba –  Me llamo Andrés pero, dígame, Biófilo, amigo de la vida humana, que me parece muy adecuado en estos tiempos de muerte para los niños antes de comenzar a vivir, y de los ancianos que están cansados de vivir.
El llamado Biófilo siguió su camino. Yo me quedé pensando. Ahora presento aquí su alegatorio. Qué vamos a pensar? O mejor, qué vamos a hacer?. 


 La tierra de la política, tanto tiempo esquilmada por quienes solo la utilizaron a su antojo, puede volver a ser fértil y útil. Las lágrimas de la ministra Fornero, Italia, –lejos de avergonzarla a ella y a su Gobierno— vienen a regar el futuro.

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