Monumento al niño no nacido.
Obra del escultor eslovaco, Iván Uhliarik, inaugurada en octubre de este año, en un parque de su pueblo. La madre en actitud de dolor y abatimiento. El niño alarga su brazo hacia la madre, en gesto de comunicación de ánimo y serenidad. No la condena. Quizá quiera decirle: “Yo tampoco te condeno!”.
La transparencia de las figuras, elaboradas en cristal, transmite espiritualidad. Sólo en esa actitud puede entenderse la transcendencia del ser humano y construirse la relación ente las personas más allá de la materialidad y la ganancia, la comodidad y el egoísmo.
La vida, en su plenitud, sólo se logra en el amor. En el amor de la madre y del hijo. Si la mujer logra sentir dentro de sí a alguien, en quien pensar, por quien vivir, por quien inmolarse, a quien amar, entonces será feliz, como la persona enamorada se alegra en el servicio del ser amado, sacrificándose por él. Ella se da por bien recompensada al tener la oportunidad de sufrir por él.
Por el contrario, si no reconoce en lo que hay dentro de ella un ser con quien compartir, a quien amar hasta la abnegación de sí misma, sólo pensará en una cosa que traumatiza, que incomoda y estorba… Su decisión será un fruto más, baladí, superficial, epidérmico, del actual tsunami del materialismo invasivo universal que destruye todo lo que no sea útil y confortable
Sólo la transparencia da sentido al amor. Y sólo el amor da vida.
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