“YO SOY LA
RESURRECCION….” 2 abril. Jn 11, 1-45. Dom. 5º. Cuaresma.
El evangelio de hoy es un canto a la amistad y
a la vida. Todo comienza con la enfermedad y muerte de Lázaro, el hermano de la
familia amiga de Jesús, en Betania. Jesús se queda unos días más en Galilea;
finalmente, se dirige a Judea. Al llegar al pueblo le salen al encuentro las
hermanas confiándole su dolor, su afecto y su confianza. Cuando quiere visitar
la tumba le hablan del tiempo que hace que lo sepultaron… Jesús, frente al
sepulcro, ordena al difunto que se levante y salga del sepulcro. Y Lázaro,
vuelve a la vida. Es el milagro del cariño y de la amistad.
Ciertamente, Lázaro vivió algunos años más de
vida. Y finalmente falleció definitivamente. Sin embargo, el gesto de volverlo a la vida fue muy humano de parte
de Jesucristo con aquella familia en la que, seguramente, él encontraba
consuelo y descanso en medio de sus conflictos con fariseos y autoridades.
Pero, en este gesto, fue la revelación gozosa de que todos estamos llamados a vivir
con vida abundante, la vida en plenitud como la que él comparte con el Padre y
el Espíritu. “Yo soy la resurrección y la vida. Quién cree y confía en mí no
morirá para siempre”.
Recordemos lo que dice a los que maliciosamente
le expresan sus dudas sobre la resurrección: “Dios es Dios no de muertos sino
de vivientes”. Dios amigo de Abrahán, de Jacob e Isaac… y de cada uno de sus
discípulos.
“Los cristianos no sabemos de la otra vida más que los demás. También nosotros nos hemos de
acercar con humildad al hecho oscuro de nuestra muerte. Pero lo
hacemos con una confianza radical en la bondad del Misterio de Dios que
vislumbramos en Jesús. Ese Jesús al que, sin haberlo visto, amamos y al que,
sin verlo aún, damos nuestra confianza. Recientemente, Hans Küng, el
teólogo católico más crítico del siglo XX, cercano ya a su final, ha dicho que,
para él, morirse es "descansar en el misterio de la misericordia de
Dios". Así quiero morir yo”.(P.Pagola)
“La
Resurrección nos abre a la esperanza más grande, porque abre nuestra vida y la
vida del mundo al futuro eterno de Dios, a la felicidad plena, a la certeza de
que el mal, el pecado y la muerte pueden ser derrotados. Y ello lleva a vivir
con mayor confianza las realidades cotidianas, a afrontarlas con valentía y con
empeño. La Resurrección de Cristo ilumina con una luz nueva estas realidades
cotidianas ¡la Resurrección de Cristo es nuestra fuerza!” (Papa Francisco)
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