¿DÓNDE ENCONTRAR A JESÚS? 30 abril. 3er Dom. Pascua. Lc 24, 13-35.
Los discípulos que salen camino de Jerusalén a
Emaús no buscaban a Jesús. Querían sólo escapar de los duros días en la
capital. Huían de los “enemigos” de Jesús; también, de los compañeros y sus
lamentos. Frustración y decepción…
A esos hombres desesperanzados se acerca él, el
maestro, su maestro, pero como un desconocido a quien le interesa el mundo de
ellos. Se deja, incluso, tratar de ignorante, de no estar en la realidad. Sin embargo, qué humana, qué cercana
es su manera de preguntar por sus sentimientos, de dejarles desahogar su confusión
y su dolor. Luego de escucharles, los
lleva a mirar los sucesos con otros ojos, los del mismo Dios, que siempre ha
estado con su pueblo y que, ahora, en su Hijo, “estará con ellos, y con nosotros, hasta el fin del mundo”.
Y en ambiente de confianza y de amistad les abre
su mente y su corazón para que entiendan que en lo que les ha perturbado y les
sigue conmoviendo, Dios les ha mostrado su amor y misericordia, a ellos y a
toda la humanidad. Y la comida (la Eucaristía), en la posada, señala y recoge para
siempre su proyecto, el sueño del Padre y del mismo Jesús, “de reunir a los hijos de Dios dispersos”: Palabra y Comida en la
Comunidad de discípulos.
“El camino de Emaús se
convierte en símbolo de nuestro camino de fe: las Escrituras y la Eucaristía, indispensables
para el encuentro con el Señor. Vamos a veces a la Misa dominical con
preocupaciones, dificultades y desilusiones. La vida nos hiere y vamos tristes a
nuestro Emaús, dando la espalda al designio de Dios. Pero en la Liturgia de la
Palabra, Jesús nos explica las Escrituras y reenciende en nosotros el fuego de
la fe y de la esperanza. Luego en la Liturgia de la Eucaristía, Jesús se da a sí
mismo, Pan de la vida eterna” (Papa Francisco)
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