Pablo en su carta a los de Éfeso expresa el proyecto de Dios de hacernos sus hijos, hermanos, en Cristo Jesús. Ese que pudiera llamarse el sueño de Dios sobre nosotros, se deja en nuestras manos en el encargo que hace el amo de casa a cada uno de sus empleados. El Papa Emérito Benedicto XVI, al asumir como Pontífice romano el año 2005 se presentó como “humilde trabajador de la viña del Señor”. Todos, no sólo los cristianos o bautizados en Cristo, podemos sentirnos destinatarios de la confianza del Señor. El nos ha creado como humanos y nos ha dotado de herramientas preciosas, espirituales y materiales, de modo que podamos realizar nuestra colaboración en la obra de la creación. Dios es el que nos ha creado y lo ha creado todo para hacer de este mundo un lugar amable para todos. En ese plan nos llama a todos los seres humanos, a que le ayudemos. Un mundo mejor, bello y feliz no es sólo tarea de Dios, ni de unos pocos; es tarea de todos nosotros, cada uno con las cualidades y recursos, regalos del mismo Creador. Al comienzo del Adviento, en que celebramos una vez más la venida del Hijo de Dios al mundo, es oportuno que recordemos nuestra vocación de ser colaboradores suyos, “humildes trabajadores de la viña del Señor”. En vez de quejarnos de los demás y del país preguntémonos: ¿Qué puedo hacer yo por mi país, por mi región, por mi barrio?.
“La hermandad entre los hombres y la colaboración para construir una sociedad más justa no son un sueño fantasioso sino el resultado de un esfuerzo concertado de todos hacia el bien común. Los aliento en éste su compromiso por el bien común, que requiere por parte de todos sabiduría, prudencia y generosidad”. (Papa Francisco)
“La hermandad entre los hombres y la colaboración para construir una sociedad más justa no son un sueño fantasioso sino el resultado de un esfuerzo concertado de todos hacia el bien común. Los aliento en éste su compromiso por el bien común, que requiere por parte de todos sabiduría, prudencia y generosidad”. (Papa Francisco)
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