sábado, 18 de febrero de 2017

¿ODIARÁS A TU ENEMIGO?

“¿ODIARÁS A TU ENEMIGO?” . 19 febr.  7º  Dom. TO. A. Mt 5, 38-48.
“Donde un Cristiano frena la trasmisión de la violencia negándose a ser un eslabón en la cadena del mal, allí nace el mundo nuevo” (An.) Sin embargo, lo que naturalmente nos nace ante quien nos incomoda es la respuesta agresiva y en proporción mayor que el grado de la ofensa.
Con frecuencia los noticieros hablan de grupos de gentes que se ensañan incluso hasta el linchamiento con el ladrón pillado in fraganti o con el violador de una niña. En países de Asia y África le cortan las manos a quien sea sorprendido robando.  En algunos lugares de nuestro país, la muerte de un familiar o amigo es el comienzo de una serie de asesinatos sin fin, a veces, por varias generaciones.
En los primeros tiempos de la humanidad para evitar este desorden se estableció la ley del Talión, como una manera de hacer una justicia proporcionada: tal cual la ofensa. Esta práctica aún se observa en algunos países sobre todo de influencia islámica. En las naciones occidentales con origen cultural greco-romano el arreglo o sanción de los conflictos se consigue mediante los códigos de justicia y de policía. Es un progreso en el logro y mantenimiento del orden necesario en la sociedad.
En cuanto al odio y al no perdón al ofensor, Jesucristo propone a sus discípulos el principio del amor al prójimo como norma universal sin hacer ninguna clase de distinción. No hacerlo equivale a quedarse en el nivel “de los publicanos” y no creyentes. “¿Si ustedes sólo aman a quien los aman a ustedes, en que se diferencian de los que no creen?”      “Donde un Cristiano frena la trasmisión de la violencia negándose a ser un eslabón en la cadena del mal, allí nace el mundo nuevo”

“Este es el camino de Jesús: la magnanimidad, la generosidad: el darse sin medida”. Jesús ha venido al mundo, y así hizo Él: ha dado, ha perdonado, no ha hablado mal de nadie, no ha juzgado”. “Ser cristiano no es fácil... No podemos convertirnos en cristianos”, solo lo podemos con la gracia de Dios, “no con nuestras solas fuerzas”. (Papa Francisco)

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