Tres emperadores efímeros -Galva, Otón y Vitelio- ascendieron y sucumbieron, por suicidio o asesinato. El cuarto, Vespasiano, se consolidó y fundó la dinastía Flavia al proclamar sucesores suyos a sus hijos.
Pues bien, eso ha sido 2016, un 'Annus horribilis'. Se murieron los cantantes, se separó Inglaterra –¡otra vez Inglaterra!-, ganó Trump, le dieron Nobel a un cantante, se envalentonó Le Pen, ganó el No, se chifló el clima, el No se trasformó en Nunca.
Un vapor negro, peor que el del cambio climático, se esparció sobre los cinco continentes. Las mentes giraron hacia la derecha y esta derecha resultó extrema. La democracia contabilizó derrotas contra el sentido común. Los valores liberales se desmoronaron ante el mazo de los fundamentalismos.
En Colombia la protagonista fue la paz. Un parto de los montes acompañó su tímida emergencia. El atasco no vino de donde se suponía, de la guerrilla. Sino de la cuña que más aprieta, la del mismo palo. El enjuto expresidente, conocedor de hilos y trampas del poder, armó su intransigencia para frenar cualquier abrazo....
Por fortuna, cuando comenzó la segunda mitad de diciembre se fueron las lluvias, se azuló el cielo, se engrandeció la luna, la Corte Constitucional aprobó el fast track, último y definitivo requisito para la fundición de fusiles.
Las gentes están estragadas, por eso ni cuenta se han dado de celebrar que por fin el gran piano en la espalda se desmontó. No importa. El hecho es tozudo. Vivimos un 'Annus horribilis' con final feliz. No se le ocurriría a ningún novelista ni guionista, pero todos podemos protagonizarlo.
Ojalá que el frustrado objetivo del encuentro Santos Uribe (el enjuto ex-) no nos vuelva la tiniebla ni nos ponga de nuevo el piano sobre el hombro.....