El Dios que nos presenta Jesús no es alguien que nos infantiliza. Èl mismo no
nos trata como personas que no crecen, al modo de Peter Pan. Quiere que tengamos algunas cualidades propias
de los niños como la rectitud, la gratitud, la disponibilidad, la sencillez;
sin embargo, su deseo es que crezcamos como adultos responsables.
Jesús ve que los dirigentes o pastores de Israel someten al pueblo, lo
tratan como a un grupo de menores ignorantes e incapaces de aprender; lo
domestican y usan para sus intereses. Jesús no está de acuerdo y se lo reprocha. Por el contrario, se manifiesta como el “buen pastor”
que quiere personas hechas y derechas. Las toma en serio, se desvela por ellas,
quiere para ellas la vida en plenitud (Jn 10, 1ss). Subordina la Ley al bien
del ser humano. El ser humano no es para la ley, sino al revés (Mc 2,27).
Habría que decir: el sábado, las
instituciones, el Sabath, el día de descanso, la misma Iglesia, no son
realidades con un fin en sí en sí mismas. Son para facilitar el bien del ser humano. Este es el sueño de Dios –
Reino de Dios-, en el que Jesús invita a sus discípulos a colaborar. La
religión que no se oriente en esta dirección no tiene la aprobación de Dios.
Será una religiosidad que oprime y destruye al ser humano (13).