sábado, 8 de octubre de 2016

LA VIDA DESDE EL EVANGELIO. 9 OCTUBRE/ 016

Los leprosos desagradecidos. 9 octubre. Dom. 28 TO- C. Lc 17, 11-19.
Nos gusta que nos agradezcan. Al niño que recibe algo de un familiar o de un visitante le acostumbramos a hacerlo preguntándole: ¿Qué se dice? Y esperamos su respuesta: ¡Gracias! A Jesucristo también le gustaba. Tanto que manifestó su disgusto cuando luego de curar a 10 leprosos, sólo uno volvió a darle gracias. Más aún, quiso que la acción de gracias fuera un signo de la presencia del Reino de Dios.
Los nueve ingratos curados sólo atendieron al cumplimiento de lo mandado en las prescripciones religiosas. Estar bien con la ley.
En otros relatos del evangelio aparecen personas a las que sólo les preocupaba cumplir lo prescrito: En la parábola del samaritano misericordioso,  el  sacerdote y el levita, obsesionados por los actos de culto, evitaron, como un estorbo, al herido al borde del camino; el de Samaría no era muy piadoso, pero estaba abierto a la vida, en ese momento, al caído que necesitaba ayuda. Igualmente, al hermano mayor, en otra parábola, sólo cuidadoso de su rutina diaria, no le importa la vuelta del hermano extraviado; por el contrario, se enfurece por la generosa y festiva acogida que el papá le ha dispensado.
Para Jesucristo el Reinado de Dios se hace presente en la misericordia del padre acogedor, en la atención del samaritano al malherido, en el agradecimiento al que  nos hace un favor. Pablo, el apóstol, recuerda: ”Permanezcan siempre en acción de gracias”.

Respecto a dar las gracias, “vivimos en una civilización que ve la mala educación como signo de emancipación”. Es al revés: “la gratitud, para el creyente, está en el corazón mismo de la fe: un cristiano que no sabe dar las gracias es uno que ha olvidado el lenguaje de Dios”. (Papa Francisco).
 

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