sábado, 18 de marzo de 2017

JESUCRISTO, AGUA VIVA PARA LA VIDA ETERNA.

VIDA ABUNDANTE, YA AHORA.  19  marzo. Dom. 3º. Cuaresma. A.  Jn 4, 5-42.                               
“La alternativa de vivir eternamente como un soplo de aire en el cielo, romántica promesa del catolicismo, me pareció tan aterradora como la de morir para siempre”.  Esto escribió hace unos días  Margarita de Francisco, presentadora y actriz. No sé de dónde sacó ese dato (“eternamente como un soplo de aire en el cielo”) la otrora bella Gaviota,  ni quién se lo dijo. Probablemente quiso presentar de un modo gracioso la fe de los cristianos.
Ninguno de los creyentes, (¡Nadie ha ido con tiquete de regreso!) ni tampoco Dios, ha dicho cómo será la vida después de la muerte. Pablo, el apóstol, dice que “ni ojo vio ni oído oyó lo que Dios tiene reservado para quienes creen en él”. Jesucristo apenas ofrece una comparación al decir que “en la casa de su Padre hay muchas habitaciones y que él va a prepararles  (a sus discípulos) un lugar”. Los estudiosos entienden  que con la expresión “casa del Padre”, no un caserón material sino un hogar, una relación viva de amor paternal y fraternal, del padre/madre y los hermanos.
Lo que es claro en el evangelio de hoy es que Jesús ofrece a sus seguidores “un agua de un surtidor que salta hasta la vida eterna”. Es también una comparación para señalar que aceptar su mensaje producirá un profundo cambio de vida que no  podrá ser destruido por la muerte o desaparición del cuerpo físico.
Eckhart Tolle, pensador de actualidad, habla de “la transformación de la conciencia”, mediante la cual “la presencia” del ser humano participa de la inmortalidad y en la muerte se despoja de las formas que son ilusión.
“Aparentemente, la muerte nos separa, pero el poder de Cristo y de su Espíritu nos unen ahora de manera más profunda con nuestros hermanos difuntos”. La muerte, “a la luz del misterio pascual de Cristo, es en realidad el ingreso en la plenitud de la vida”.(Papa Francisco).

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