Mt 6, 19-34 y Lc 12, 1-40, textos muy usados y citados, leídos con un
literalismo excesivo y fuera del contexto, pueden conducirnos a creer que Dios
es el gran manipulador y prestidigitador del universo. Nos instan a un abandono
en la providencia de Dios:
”No anden preocupados por la
vida pensando qué van a comer o a beber, ni por el cuerpo pensando con qué van
a vestir”(Mt 6, 25). Ahí están los pájaros y los lirios del campo, y Dios los
cuida. Parecería que se nos anima a la despreocupación total; a un abandono
ingenuo en Dios: al final, Dios proveerá y nos proporcionará todo lo que
necesitemos.
Por el contexto, se ve que no es exhortación a la irresponsabilidad
infantil, sino a no hacer de las preocupaciones materiales, sobre todo del
dinero, el centro de la vida. La intención es señalar la preocupación esencial de la vida en el contexto que ofrece el
evangelio de Lucas para estos pasajes: Lc 12, 13ss ofrece la parábola del rico
que hacía planes, y planes para un futuro del que no disponía, con el fin de
obtener seguridad y poder entregarse a la buena vida, equivalente a holgar y
despreocuparse de los otros.
Este centramiento egoísta en uno mismo y en las
riquezas, como si fuera el seguro de la vida, es decir, dios, es lo que combate el Evangelio. Es de necios. Más que
acaparar riquezas, seguridad material, hay que buscar que Dios reine en este
mundo. Esta es nuestra mayor riqueza y la bolsa que asegura el sustento.
Poner el centro en Dios y en su Reino es lo esencial. Poner la confianza
en Dios no quiere decir desentenderse del cuidado de las necesidades de la vida
esperando que Dios nos haga las cosas por arte de magia, sino renunciar a la
seguridad idolátrica de la riqueza y del poder. Buscar el Reino de Dios quiere decir esforzarnos para que el sueño
de Dios sobre los hombres se realice en la tierra. Y esta tiene que ser la
máxima y central preocupación de la vida.
Es la bienaventuranza de tener a Dios por señor, por riqueza y
protección. Es decir, perder el miedo a la inseguridad y la obsesión por
acumular riquezas como protección y centro de vida. La confianza en Dios no es la
infantil creencia en una providencia total.(Continuará
12)
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